LA TORTA DE CHOCOLATE Y LA REALIDAD ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

Hay días en que solo quieres tres cosas: descansar, una bebida y una buena película. Este fue uno de esos días, salía de la oficina alrededor de las 6:00 pm en dirección a la casa de una muy buena amiga mía, a ver una película que nos distrajera un poco y conversar sobre los días que no nos habíamos visto. El viaje de mi oficina a su casa se torno algo largo por el tráfico, así que tuve la gran idea de ponerme a leer un poco. Saqué un libro que recientemente me había comprado. Este se trataba de la vida conyugal de Adán y Eva… en fin, justo estaba en la parte en que Eva era tentada por la serpiente para comer el fruto prohibido, ella le dijo a la esta:

- Tocaré el árbol primero, veremos si en verdad me causa la muerte.
- Mira yo estoy recostado en él y no me ha sucedido nada. No es muy fácil morir. - Le dijo la Serpiente.
- Vi la muerte y no me gusto, ¿Qué sentiré si muero?
- No sentirás nada. Ese es el problema precisamente, nunca más sentirás nada. La muerte es de una simplicidad terrible. – sonrió la Serpiente.


En ese preciso instante me di cuenta que ya me había pasado unas cuadras de la casa de mi amiga, guarde mi libro a toda prisa y casi gritando le dije al cobrador “¡BAJA BAJAN!”. Ya en tierra firme apresure el paso para no llegar más tarde de lo que ya estaba. No quería que pensara que soy un impuntual ¡porqué no lo soy! En la puerta de su casa toque el timbre y como siempre me recibió con una sonrisa, pedí disculpas por el retraso, me dijo que no me preocupara y me invito a pasar. No perdimos más tiempo y nos pusimos a ver la película acompañados con unas bebidas frías y pop corn. Era una de esas películas con muchos efectos especiales y algo de trama. Después de 142 minutos ya se había terminado dicha película, y empezó la mejor parte de la velada. Me pidió unos minutos y al rato se apareció con una linda y sabrosa torta de chocolate, bañada en crema de chocolate y chispas de diferentes sabores, era tan bonita que, hasta me dio pena verla como la partía. Pero la pena se esfumo cuando le di el primer bocado a tan sabroso potaje, era delicioso, literalmente “como hecho en casa”. Pero acá no se acababa la sorpresa sino que también había traído un CD con el audio de una novela muy buena “El retrato de Dorian Gray”, así que nos pusimos a comer la torta y a escuchar esta novela, ese instante fue un elíxir para los sentidos y para la mente.


Sumergidos en la intriga de la novela llegamos a la escena en la que Basil Hallward visita a Dorian preocupado por las habladurías que se estaban haciendo de su amigo. El pueblo entero hablaba que el joven Gray ocultaba algo siniestro. Basil lo cuestiona, haciéndole preguntas sobre su bienestar espiritual, el buen Basil solo quería saber cómo estaba el alma de su amigo. Dorian presionado por tantas preguntas decide mostrarle la verdadera imagen de su alma. Suben rápidamente al ático, abren la puerta, y Basil queda totalmente aterrorizado.


- Esta no es la pintura que yo hice – le reprocha Basil a Dorian
- No, esta es la imagen de mi alma y la que oculta mi belleza.
- ¡Arrodíllate Dorian! ¡arrodíllate y pide perdón por tus pecados!
- Jamás! El día en que hiciste esta pintura comprendí el verdadero significado de mi belleza, y no me arrepentiré de nada.

En ese momento Dorian ve un cuchillo tirado en el piso, que hace unos días había llevado para cortar unas cuerdas. Lo tomo, y lentamente se fue acercando a Basil. Y cuando ya era demasiado tarde Dorian ya había enterrado el cuchillo en la vena más prominente del cuello de su propio amigo. Dorian tan solo pudo pronunciar unas palabras:

- No siento nada…

En ese momento aprendí algo, morir no es tan difícil como dijo la Serpiente en mi libro. Creo que la verdadera muerte tiene poco que ver con dejar de respirar, y que el suicidio es más que pasarte una navaja por las muñecas.

Recordemos cuando éramos niños, entre 4 ó 5 años más o menos, nos sorprendía de una manera extraordinaria todo lo que veíamos, sentíamos, olíamos, etc. Teníamos una gran Capacidad De Asombro, eso que nos hace sentir vivos, que siempre hay algo nuevo, esa capacidad de asombrarnos por todo lo que está a nuestro alrededor. Y saber que son cosas bellas, únicas y sobretodo nuestras. Lo que contrasta con el aburrimiento existencial que a muchos nos agobia. Ese aburrimiento que nos nubla, y que nos hace buscar, en los más oscuros caminos, eso que nos haga sentir vivos. Buscamos en los placeres más básicos del hombre, nos sumergimos en la insaciabilidad. A veces por la comida cada vez que nos deprimimos. Buscamos el amor de pareja en el grotesco roce de los cuerpos al caer en la lujuria. Y en la pereza cuando nos auto justificamos por supuestamente laburar mucho y no querer exigirnos más. Los pecados capitales tan solo son una manera ridícula a la cual recurrimos, en el ruin intento de sentir un poco más. Llegamos a estos para sentirnos, aunque sea, un poco más vivos, pero en ese camino siempre tendremos hambre, siempre nos sentiremos solos, siempre estaremos muriendo de a pocos, porque cada vez sentiremos menos. Y llegara el momento en que ya no sintamos nada. Por mas que explotemos nuestras terminales nerviosas, ya que por dentro estaremos vacios, y caeremos muertos en las más espantosas aberraciones. Tal y como lo hizo Dorian Gray.

Morir es no sentir nada. Recuperemos esa capacidad de asombro que nos hace vivir nuestra verdadera realidad, pura y legitima. Y no vayamos detrás de falsas maneras de llegar a esta, por que solo nos conducirá a una muerte en la cual aun podemos respirar.

No saben cuan vivo me hace sentir un pedazo de torta de chocolate en la boca.